viernes, diciembre 22, 2006

Cruel Navidad para todos


Cada 25 de diciembre, el perdón, la solidaridad y fraternidad se apoderan de las personas que celebran el nacimiento de Jesús, como la venida al mundo de áquel que supo valorar la vida mucho más que cualquier otro.

Las luces iluminan los ventanales de las casas. De diferentes tamaños, colores y formas nos deleitan con el sónido singular de algún villancico. Las tiendas y supermercados se encuentran abarrotados, empezando 3 días antes de la fecha mencionada, y es que tenemos la costumbre de esperar hasta la última hora para comprar los regalitos, unos que otros bocaditos, y los artículos que hagan falta para los preparativos.

La presión es tanta que nuestros padres enloquecen, y más que un pensamiento negativo se nos cruza por nuestras mentes. Se estresan, gritan, otros suelen usar la agresión de manera torpe, y lo alegan a la situación: los gastos, las visitas, la casa, la comida, los regalos, la ropa, los hijos, los padres, y para todo: el bendito dinero. Sí señores, nada más cierto. Este último siempre hara falta.
Materialismo, tristeza e hipócresia. Eso es lo que uno observa en la navidad. ¿Quién da más?, parece ser la interrogante que todos formulan en sus cabezas. Faltando minutos para la medianoche, las cosas deben estar listas. El pavo ya debe salir del horno, el arbolito debe estar adornado y el niño listo para recostarse en el pesebre.

Los trapos que lleves puesto, son de suma importancia. Las chicas quieren impresionar y deleitar a sus parejas, y si no las tuviesen: mejor ocación como aquella, donde todos parecen conocerse, muy pocas. Los jóvenes en cambio encuentran este día, préciso para galantear a la muchacha que le quita el sueño, y por ello debe andar bien vestidos y perfumados. Más, si no sacan la billetera a cada rato alardean con el celular en la mano.

Se ha perdido el verdadero significado de esta fiesta, que no parece tomarse con humildad sino con un sentimiento competitivo y egoísta por ver quién es el mejor vestido, quién da el regalo más caro o quién festeja con pavo o con pollo. Así pues, el sentimiento que debería unir a la familia, se ha convertido en un juego espantoso en el que casi todos son partícipes. Plageando costumbres ajenas o creando las suyas, parece que nos veremos inmersos en este bodrio navideño, del cual no hay escapatoria.

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