miércoles, noviembre 29, 2006

¡Un día de locos!

Hace 10 años, un viaje a las afueras de la ciudad siguiendo la carretera Lima - Canta procuraba un día placentero, pero se vio confinado a una experiencia sumamente desastroza. Dos niñas, un bebe y dos madres deseperadas en medio de las llamas, deparó en la actitud valerosa de un personaje que se convirtió en mi heroe, y cuyo nombre avizoro cada día de mi vida como fiel tribuna de un coliseo romano que ve al gladiador eliminar al más feroz de sus contrincantes.

Durante dos años había asistido a Cataquesis con mi hermano, añorando la llegada de nuestra primera comunión. Faltando días para el 8 de diciembre, el día esperado, los miembros de la Cataquesis decidieron organizar un viaje al Centro Recreacional Han`s, el motivo era que los padres e hijos estubieran en comunión, en fraternidad con sus hermanos buscando la tranquilidad del alma, algo usual para quien decide tomar votos.

Partimos muy temprano en la mañana en uno de los buses destinados a llevarnos. Durante el camino entonabamos canciones y alabanzas al Señor, nos sumergiamos en un goze inexplicable, nuestros rostros se ilumiban de una alegría incontrolable al vernos así de unidos todos en familia, fortaleciendo aquel lazo de amor y respeto.

El lugar era hermoso, imagine que me encontraba en el paraiso, quizás me deje maravillar por aquel paisaje espectacular lleno de verde floresta y de un río que resonaba con ímpetu, el Chillón. Tenía el impulso de introducirme en aquel torrente, mojar mi cabello en él y lavar mi rostro sin cansarme siquiera, pero era una fantasía que no cumpliría por el momento, ya que de alguna manera no tenia la privacidad que requería.

Las familias se dispersaron, y mis padres colocaron las cosas en un espacio cerca a un árbol. Cerca estaba una amiga y sus padres, yo en cambio me encontraba no sólo con los miós sino también con mis hermanos, uno de 9 y el otro un pequeño de apenas 11 meses de nacido. Almorzamos, reimos y seguimos cantando, la felicidad nos embargaba, entré en un éxtasis casi inexplicable.

No añoraba mi casa, ni a mis amiguitos de barrio, no añore nada. Era el firmamento, era el frenesí, era divino. No supuse que el día acabaría, ni que algo obstaculizaría nuestra felicidad. Me sentí totalmente viva en ese momento y cualquier palcer no se comparaba a ese, aquel momento. Después de habernos divertido largo rato, de haberme sumergido en el fango y de haber correteado como loca trás mi hermano, añore la privacidad que antes había deseado... Le dije a mi madre que deseaba meterme al río, pero que no queria estar cerca a los demás niños, deseaba disfrutar el momento con ella y mi amiga, quién le comunicaba lo mismo a su madre.

Tomadas de las manos nos dirigimos hacia un lugar apartado siguiendo la margen del río, mientras mamá conversaba con la madre de Melisa y sostenia a mi hermanito en sus brazos. Encontramos un arroyo, hermoso y limpio, me desate el cabello y me disponia a ingresar con mi fiel amiga, mientras nuestras madres disfrutaban del espectáculo.

Sentí el impulso de voltear y así lo hize. Me miraba fijamente, no bastó un gesto para darme cuenta que me indicaba que saliera deprisa. Mi madre lo interrogaba, creo que preguntaba el porque de su intromisión, no lo recuerdo. Me sujete a mi madre y el sujeto prendió fuego a un fojón de carrizo del cual no me había percatado. Estabamos solas con aquel desquiciado, senti horror y repulsión al mismo tiempo. Quería meterle un patadón, abofetearlo, arrojarlo al arroyo y ahogarlo. Era un viejo decrépito ¿como podría defenderse?, eramos cuatro contra medio hombre. Pero no, sólo me quede atónita frente a él que repetia constantemente: "Siempre invaden mi terreno".

El fuego se esparcio rápidamente, pronto nos quedamos solas y afligidas pensando en lo injusto que era el destino, habiamos blasfemado impunemente. Mamá estaba desesperada, el anciano habia desaparecido y no me habia percatado de su ausencia. Las cuatro estabamos descontroladas, yo gritaba pero era inútil, nadie me escuchaba. Mi madre sujetaba fuertemente a mi hermanito, le tapamos el rostro con la colcha pues era prescindible que no respirase el carbono. El tiempo era interminable, me sentia perdida y culpable, pero segura sin saber porque. De pronto me percaté que no eramos las únicas, varias personas se encontraban con nosotras en la misma situación, deseperadas y afligidas esperando socorro.

La ayuda no se hizó esperar. Vi a mi padre venir con otros dos señores , corrió hacia nosotras pasando debajo del carrizo en llamas y las cenizas que caián sobre nosotros. Me sujetó muy fuerte contra su pecho, me dio besos y luego abrazó a mi madre. Mirándome un poco más calma que ella, realmente no sé si lo estaba, me dijo: "saca a tu madre de aquí, vayanse por el otro extremo". Efectivamente era una salida, tendriamos que cruzar la caña y el río pero era más que una posibilidad una escapatoria segura. Habló con ella y tomo a mi hermanito en sus brazos, prometiendo que lo sacaria, que todo estaria bien que nada malo pasaría, y yo le creí.

El dolor era profundo, en nada me afectó las cortadas que las cañas me propiciaron, tomadas de las manos eso pasó a un segundo plano. Era la supervivencia, el instinto de vivir. Encontramos a Enrique, mi otro hermano, estaba sentado cuidando las cosas. Era sorprendente la calma que poseía, viendo correr a los demás hacia los buses, acto del que se jacta despúes de 10 años.

No vi a mi padre, ¿porqué no estaba allí?. Debía estar allí, me lo repetí constantemente y el dolor, el temor , los remordimiemtos se apoderaron de mi persona. Me sentía desfallecer, él no pudo haberme mentido, no podía rendirme a esa idea estupida en esos momentos, no, él no. Me tomó por sorpresa de la cintura, me dijo agarra la mochila, era cierto ya habia llegado. Estaba trás de mí cargando a mi hermanito. Mamá sonrio de felicidad, se abrazarón y por un momento sentí que era la persona más dichosa del mundo, por tenerlos a mi lado. Tomamos las cosas y rápidamente corrimos hacia el bus. Nos dirigimos a nuestros asientos mientras la gente se amontonaba. Allí reunidos en fraternidad, descubrimos algo que nos unirá por siempre, el objetivo del viaje dió resultado aún más de lo provisto. Y si en algo debiamos agradecer era que nuestro lazo se habia fortalecido, y que Dios no nos había abandonado.



 
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