lunes, agosto 09, 2010

MENDIGO DE LA NOCHE

Y adonde fuese el pasajero de la noche, encontrábase metido en grandes pleitos. Con pasos perdidos, no hay nada más en mente, todo blanco y neutro. Detrás de la esquina, una escena apasionada. En el poste dos amantes compartiendo sangre y cuerpo. Su pasión se eleva, el morbo aclama. No se desprende de la escena. Dios bendiga ese suceso.

El la sujeta contra el poste, levanta su minifalda. Baja su cremallera, la penetra fuerte y muy parejo. Si tuviera una cámara - el caminante piensa. Ella se desborda en celo, mientras lo besa con crudeza, y el amante suya con sus manos toca su senos apoyándose con mucha firmeza. Una puta con un cliente, ha perdido la razón y junto sus labios. Pasión o necesidad, entonces preguntase.

Que no cabe el tiempo, y el siente que cae la noche sobre su cabeza. No es su culpa sentir un cariño inmerso, sentir la necesidad de querer ser amada. Entre sus gemidos, su baba. Entre el orgasmo que se incita al tocarla. Ella una lagrima derrama, pues no todos sus clientes delirante entusiasmo empalman. Fuerte y parejo - el caminante aclama – que no se vaya la luna, que persista la noche que el pudor no escapa.

Que turbia se ponen las aguas, el manso cordero de Cristo escapa. Que su sed se desprende del todo, con su piel virgen y lozana. Es sexo aturdido, es desgarre malsano. Condenados estamos los vivos. Malditos quienes lujuria aclaman.

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