Y era un día común, tal como otros en los que el curso acreditaba. Y me dio por llamarla, averiguando que se dirigían en su búsqueda. Espérenme les decía, que llegar a casa no deseo, porque mi día debería ser genial en esta nuestra última semana. Y abusadas las cinco, en busca del famoso manantial en Pachacamac fuímos.
Con dificultades transcurrimos el viaje en el auto de una de mis compañeras que llevaba, también, a su hijito. Una parada en el grifo, y el bendito travagas que impidió que este se mueva. Sí, media hora estancadas jajaja pero genial porque siempre hay soluciones. Indicaciones para llegar, trochas que pasar, carreteras que encontrar, y peajes que pagar.
Pero al final, llegamos al sitio indicado. En los verdes campos de Lurín, a 2 horas de Lima, bajo un sol imponente que nos daba la bienvenida. Y estamos buscando el inicio del manantial bajo aquel cerro de piedras que guarda consigo una en particular en su cima: La Piedra del Amor. Aquella en que parejas dejan grabadas sus nombres, y llegar impone el hecho de que se aman lo suficiente como para unirse y subir juntos.
Ni un riachuelo, no era más que el agua de riego que susurraba a nuestros oídos; y nosotras creyendo hallarla. En fin, ahora buscamos a alguien que nos ubique y a iniciar la caminata. Gracias a Dios un jovencito nos indica la llegada, y craso error: Era ese arroyito que se iniciaba en el camino, bajo el puentecito de madera frente al sitio donde estacionamos el vehículo.
Hemos llegado al punto de partida, y ahora a meternos al manantial que a penas nos llegaba a los tobillos. A refrescar los pies muchachas y a juntar ese liquido en un recipiente para que a la medianoche puedan darse con ella un baño e inicien su ritual aspirando buena vibra (consejito de una profesora que recomendó ese sitio).
Y ahora ya remojados los pies, pasemos a retirarnos porque a trabajar deben unas, y otras como yo quieren darse una buena caminata por la Javier Prado; aunque solo caminamos cuatro cuadras de San Luis a Canadá. Y al fin la pasamos bonito. Supervisadas por el astro mayor en el vehiculo, caminando u ocultas trás las ramas para hacer pis ajajaja…. Que vuelva a repetirse, la próxima será Churin…
Con dificultades transcurrimos el viaje en el auto de una de mis compañeras que llevaba, también, a su hijito. Una parada en el grifo, y el bendito travagas que impidió que este se mueva. Sí, media hora estancadas jajaja pero genial porque siempre hay soluciones. Indicaciones para llegar, trochas que pasar, carreteras que encontrar, y peajes que pagar.
Pero al final, llegamos al sitio indicado. En los verdes campos de Lurín, a 2 horas de Lima, bajo un sol imponente que nos daba la bienvenida. Y estamos buscando el inicio del manantial bajo aquel cerro de piedras que guarda consigo una en particular en su cima: La Piedra del Amor. Aquella en que parejas dejan grabadas sus nombres, y llegar impone el hecho de que se aman lo suficiente como para unirse y subir juntos.
Ni un riachuelo, no era más que el agua de riego que susurraba a nuestros oídos; y nosotras creyendo hallarla. En fin, ahora buscamos a alguien que nos ubique y a iniciar la caminata. Gracias a Dios un jovencito nos indica la llegada, y craso error: Era ese arroyito que se iniciaba en el camino, bajo el puentecito de madera frente al sitio donde estacionamos el vehículo.
Hemos llegado al punto de partida, y ahora a meternos al manantial que a penas nos llegaba a los tobillos. A refrescar los pies muchachas y a juntar ese liquido en un recipiente para que a la medianoche puedan darse con ella un baño e inicien su ritual aspirando buena vibra (consejito de una profesora que recomendó ese sitio).
Y ahora ya remojados los pies, pasemos a retirarnos porque a trabajar deben unas, y otras como yo quieren darse una buena caminata por la Javier Prado; aunque solo caminamos cuatro cuadras de San Luis a Canadá. Y al fin la pasamos bonito. Supervisadas por el astro mayor en el vehiculo, caminando u ocultas trás las ramas para hacer pis ajajaja…. Que vuelva a repetirse, la próxima será Churin…
0 comentarios:
Publicar un comentario