martes, julio 14, 2009

Mentiras Parte II

Una ilusión resquebrajada por la posición que tome tras muchas horas de agotarme pensando que hacer. Sí, una mala decisión, un sapo conocido y una grande decepción para mi familia. No hay oídos dispuestos a escuchar cuando la razón esta nublada, y pocas palabras bastan, solo aprecias la actitud.

Ya por ese entonces me reprimía, me sentía en parte culpable; quién más sino yo por tomar decisiones que me parecieron correctas en su momento pero que luego me reprocharía por las mismas. Y durante esos días en que fui matando esa ilusión, apareció mi príncipe ¡Ahhh!!! (Pensamiento sandyciento).

Sí, apareció el caballero, el madurito, el seguro, el valiente, el confidente, el tierno, el amoroso, el dedicado, el detallista, el inteligente, el candoroso, el autosuficiente, el serio, el cómico, el sarcástico, el misterioso, el verdadero pero a la vez tan irreal príncipe con el que yo imaginaba.

Lentamente me fue ganando, una rosa blanca como me gusta de papel como le encantan. Un chocman que me fascina escondido en su mochila como sorpresa de medianoche, unos brazos fuertes para sujetarme, un pecho rígido en el cual echarme, y unos besos sabor miel que endulzaban mis labios. Las palabras precisas, las acciones correctas, y me haz ganado. Mataste una ilusión, por envidia, rencor o simplemente de mi te haz enamorado. Maldita vanidad tuya, no eres perfecto pero te quiero.

Que esconden tus ojos ahora, no son los mismos de antes. Ya no noto ternura, ya no noto los deseos del amante. Ahora me abraza un desconsuelo, veo tristeza y penuria. Me matas de ira con tus palabras o frases sin sentido, me pones pruebas a cada instante, y la desconfianza se apodera. Me irrespetas con tus actos, muchas veces me atropellas. Juegas conmigo como quieres, y yo tu fiel plebeya.

Harta estoy ahora de seguir pensando en tu novela pintoresca en la que ni siquiera haz definido el romance, y oprimes el corazón debilitado de esta tu sierva de antaño, tu fiel lacaya, tu seguidora inhospeda en mundos lejanos, la que tuviste allí en tus manos, la ciega. La completa ironía de alguna vez haber jurado que jamás un hombre se burlaría de mis sentimientos, y que ninguno me arrastraría en ese absurdo sentimiento. Que ningún hombre me haría derramar lágrimas de desconsuelo, o que por alguno hubiera hecho lo que por él, que tragarme mi orgullo de mujer jamás haría; y veo ahora que escupir al cielo no se hace.



0 comentarios:

 
LA MUSA © 2008 Template by Exotic Mommie Illustration by Dapina