jueves, setiembre 30, 2010

CRISANTEMOS

Cuando te aprecie tras la ventana, diferente y trasnochado, no note jamás la protuberancia que salía de tus labios. Tú mirando aquel arroyo e inclinándote con extrañeza sujetaste un ramito de hoja seca. Yo mirándote embobada sin saber cual era el segundo paso que darías.

En pocos minutos te muestras tan indiferente, rodeado de un aire fresco de verano. Sujetando en tus manos el pequeño ramo, y mirando con este su pasado. No existen ya frutos frescos ni hojas verdes, no existe más el ébano tupido de la frondosa selva, y no verás ya la floreciente mañana de un día glorioso en primavera.

Susurrándole le explico al viento quien corre con prisa a través de mi ventana que por favor te lleve un aire fresco y que tu sonrisa quede en él plasmada. Le pido a Dios que te bendiga pues tú sabrás descubrir aquel secreto, ese que las ninfas hoy te obligan a desdeñar con lodo y cruel cemento.

Tus pupilas dilatadas hoy te obligan a ver el vomito impreso en un mundo que os hostiga a ver con impotencia aquel suceso. Te darás cuenta que las flores no se han marchitado por ser tercas, y que el jardín que cubría nuestra casa se seco por sutiles desdeñas. Crecen ya entre las espinosas rosas, los milagrosos y perfectos crisantemos en una cegada o tupida madre selva ensañada en darnos eso.

Tú te retiras del jardín cerca al arroyo, te levantas suavemente y también tiras la ramita. Ya no te interesa descubrir el secreto. No te intereso más su significado. Poco procuraste en mirar tras la ventana, y descifrar mi figura o parte de eso. Tan solo tomaste tu equipaje y tumbando las caderas de un lado a otro, te alejas lentamente. Sin mirar atrás, sin retrocesos.

Yo en cambio miraba fijamente tu partida, cuidándote aún porque eso quiero. Pero decidí cerrar la cortina y respetar aquel triste acontecimiento. Hay muchas cosas buenas en la vida, una caricia sola del viento. Sentirte por siempre viva y locuaz e infeliz por dentro. Dios es mi testigo y la soledad mi compañera, que cuando se pierde a un amigo la vida se quiebra.

Consolando el jardín, hoy regué las flores sin extrañeza de por medio con agua del manantial y mis lagrimas vertidas. Y mire como las rosas fueron abrazando al crisantemo, ¡no imaginas el fino aroma! La meticulosa mezcla de colores. Yo contenta, porque supe definir el calido romance y el cariño impreso. Yo feliz supe definir de qué se trata entregarte a otro por completo, sin pedir a cambio nada. Construyendo, entonces, la felicidad de dos colegas amigos a través de la sinceridad dada.

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