Y no hubo dolor tan grande como el de la impotencia e incertidumbre. No hay vergüenza, no hay más la sensación de calor u opresión. Tan simple como ello: el calor. La enraizada fascinación que coleriza la pasión. Aquella que me trae hoy por una estupida razón a dejar de lado mi pudor.
No creo sea insano, no es malo, no irreal, no fantasía, no morbo, excusa singular. Quise verle a mi lado batallando con mi espíritu, diciéndome: No temas, yo también he padecido. Por oportuno que fuese su llamada, y sentada esperando estuviese, de que sirve un consuelo cuando el dolor me acontece. Quisiera revertir aquello, pero he de saber afrontarlo. No por algo me dicen valiente ni por ello deje de tratarlo
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