Maleficio de pocos, un embrujo del mío. Tu sabor se trastoca, el paladar sucumbido. Te miras frente al espejo, ¡Oh, ya no eres el mismo!.... No te perturbes, no hay respuesta que descifre el delito: El de llegados los años, y no haber vivido. Calidez intrínseca en sus palabras de elogio, en su música que alienta el placer de sus ojos. No comprende, no razona. Pobre hombre, pobre niño. Una cápsula que engloba su espíritu apaciguo, tanta paz remonta. Él no es agresivo. Si de sobrevivir se tratase, el moriría en penumbra, dejando que todo pase y a él lo lleve a la tumba.
martes, mayo 26, 2009
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